Entre los restos fósiles de las Islas Británicas, pocos se consideran más interesantes que los del ahora extinto alce irlandés (Cervus megaceros o Megaceros giganteus). Los huesos aparecieron en mayor abundancia en los pantanos y fosas de marga (tipo de roca sedimentaria) de Irlanda. También se encontraron en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia.
La mayor colección de fósiles de este tipo se puede encontrar en el Museo Nacional de Historia de Dublín.
Como la mayoría de los ciervos modernos, la hembra no tenía astas, pero a diferencia de cualquier ciervo de la actualidad, las astas eran de un tamaño increíble, ¡hasta 3,5 metros de envergadura y de casi 45 kilogramos de peso!
Los científicos coinciden en que el ciervo gigante probablemente se originó en Siberia y se trasladó al oeste debido a las temperaturas extremas. La extinción de la especie se estima alrededor del 10.000 a. C.
Ninguno de los ciervos de la actualidad se puede comparar en tamaño con esta especie fósil del Pleistoceno. El alce irlandés era un herbívoro que pesaba más de 800 kg con una altura de alrededor de 3 metros. Originalmente se pensó que las astas eran idénticas a las de los alces de América del Norte, aunque mucho más grandes. En realidad, difieren en muchos aspectos esenciales.
El inmenso tamaño de sus astas debió impedirle habitar el denso bosque. En su lugar, debió habitar en colinas cubiertas de páramos.
¿Coexistió el hombre con este animal en su tierra natal? Lo más probable es que sí. En Alemania, en el mismo lugar, se descubrió una cabeza de alce fósil, junto con varias urnas y hachas de piedra.
Aún no se ha emitido una opinión certificada para determinar la desaparición de esta gran especie. Solo sabemos que existió. Su historia está enterrada bajo la sombra de años pasados.