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En el Vallès Oriental y en el Valle del Tenes, los primeros restos datan del último período del Paleolítico, alrededor del 10.000 a. C. en Vigas. La primera referencia de un cierto hábitat en las tierras que rodean Lliçà de Vall hay que buscarla en la estancia temporal de los cazadores-recolectores paleolíticos que dejaron su huella en Santa Eulàlia y en Bigues. Las condiciones medioambientales, de vegetación y abundancia de agua, habrían favorecido ese emplazamiento.
Del Neolítico Antiguo, caracterizado por la ganadería y una primera agricultura, datan los vestigios encontrados en la Balma de l’Espluga en St. Quirce de Safaja y los de Can Gafa, en Santa Eulalia de Ronçana. Del Neolítico Medio, caracterizado por la agricultura en las zonas llanas y por los Sepulcros de Fossa (tumbas individuales en el suelo con un ajuar acompañando al difunto). Se han encontrado en Caldes, Bigues, Montornés, Canovelles y La Roca. Del Calcolítico es característica la cerámica campaniforme y los grandes megalitos (Céllecs).
En la Edad de los Metales el hombre incrementó su presión sobre el medio y el número de yacimientos demuestra que la población había aumentado y se había esparcido por la comarca. Tenemos pocos datos arqueológicos. Se cambia el ritual funerario por los de los pueblos del centro de Europa (ritual de la incineración) y aparecen los campos de urnas y túmulos, dentro de los cuales se depositaban las cenizas de los muertos.
El hecho de que no se disponga de datos específicos de Lliçà de Vall de aquellas épocas, no quiere decir que fuera un lugar inhóspito e inhabitable. Esta tierra sería un área de cacería muy extensa o bien una zona de recolección estacional.
Durante la época ibérica, la población se fue concentrando en pequeños opidum fortificados situados en áreas estratégicas para su defensa, básicamente en colinas (Cerro del Pla de Masmitjans en Santa Eulalia de Ronçana). También hay constancia de cerámica ibérica en la zona de Lliçà d’Amunt.
En el área del Vallès se han encontrado monedas ibéricas con la inscripción «Lauro» y que se han relacionado con el topónimo Llerona, donde se cree que fueron acuñadas. Esta moneda servía para el comercio de la producción agrícola del Vallès Oriental, que era muy importante. Esta capacidad económica del territorio vallesano fue aprovechada más tarde por los romanos, que se beneficiaron de su dinamismo. En 218 a.C., con el inicio de la Segunda Guerra Púnica entre romanos y cartagineses, el ejército romano desembarcó en Empúries para enfrentarse contra los cartagineses en la Península Ibérica.