Japón y China son dos de las principales economías asiáticas y dos de las potencias con más rápido crecimiento del mundo. Sin embargo, a pesar de su proximidad geográfica, tienen poco en común.
Japón es una democracia, aunque la definición oficial es monarquía constitucional parlamentaria, en cambio China tiene un sistema de partido único. Los dos estilos opuestos de gobierno tienen consecuencias visibles en la población y en el reparto de la riqueza. De hecho, a pesar de ser una de las principales potencias y economías más grandes del mundo, China no tiene uno de los niveles de vida más altos, en cambio Japón sí.
Después de haber rechazado el ideal capitalista durante décadas, China finalmente se ha abierto al progreso y a los ideales de libre mercado, empleando un sistema económico que más tarde pasó a llamarse capitalismo de estilo chino. Si bien el gobierno central mantiene un control estricto sobre la población y todas las provincias, las autoridades locales son «libres» de emplear políticas para promover el desarrollo y el crecimiento de áreas específicas. Sin embargo, las diferencias y las brechas entre pobres y ricos, y más aún entre áreas rurales y urbanas, son evidentes.
Todas estas discrepancias son menos evidentes en Japón, aunque el país tiene una población que envejece y depende en gran medida del comercio y las exportaciones para complementar su falta de recursos naturales.