En el año 1928 Alexander Fleming descubrió la penicilina en el Hospital St. Mary de Londres.
La penicilina anunció el comienzo de la era de los antibióticos. Antes de su introducción no existía un tratamiento efectivo para infecciones como la neumonía, la gonorrea o la fiebre reumática. Los hospitales estaban llenos de personas con envenenamiento de la sangre contraído por un corte o un rasguño, y los médicos podían hacer poco por ellos, solo esperar.
Al regresar de las vacaciones el 3 de septiembre de 1928, Fleming comenzó a clasificar las placas de Petri que contenían colonias de estafilococos, bacterias que causan forúnculos, dolores de garganta y abscesos. Notó algo inusual en un plato, estaba salpicado de colonias, excepto por un área donde crecía una gota de moho. La zona inmediatamente alrededor del moho, luego identificada como una rara cepa de Penicillium notatum, era clara, como si el moho hubiera secretado algo que inhibía el crecimiento bacteriano.
Fleming descubrió que su «jugo de moho» era capaz de matar una amplia gama de bacterias dañinas, como el estreptococo, el meningococo y el bacilo de la difteria.
Fleming publicó sus hallazgos en el British Journal of Experimental Pathology en junio de 1929, con solo una referencia pasajera a los posibles beneficios terapéuticos de la penicilina.