Antígona es una tragedia del dramaturgo ateniense Sófocles, escrita, según los estudiosos, hacia el 442 a. C.
La obra contiene unas nociones que eran compartidas por los antiguos griegos. Edipo se casó con su madre, Yocasta, después de matar su padre, Layo, y, habiendo sido proclamado rey de Tebas, engendró cuatro hijos: Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene.
Cuando se descubre el entramado, Yocasta se suicida y Edipo se quita los ojos para luego partir al exilio con sus hijas. Como el trono de Tebas había quedado vacante, Eteocles y Polinices deciden alternarse el poder, pero cuando llegó el turno de Polinices, Eteocles se negó a ceder el cetro. El ofendido se fue a Argos y, ayudado desde allí, ataca la ciudad natal con un ejército comandado por siete caudillos. Tebas resistió victoriosa, pero los dos hermanos mueren uno por el arma del otro.
El debate interno de la obra viene marcado por la idea que tenía Sófocles sobre la religiosidad. La visión del destino y la preponderancia de las leyes divinas marcan el rumbo de la obra. Creonte considera que tiene autoridad suficiente para dictar unas leyes a pesar de que transgredan las leyes divinas, dejando así sin enterrar el cuerpo de Polinices. Antígona ve en esta acción una clara falta de respeto y por ello intentará impedir este sacrilegio.
Antígona también prefiere poner por delante su destino divino que su destino terrenal. Sólo de esta manera se puede justificar la aceptación de la muerte antes de retractarse de sus acciones. No obstante, Creonte tiene una ceguera de espíritu que no le permite ver que se está condenando a sí mismo ante los dioses y que deberá responder en al más allá por sus actos. Esta dualidad entre ley terrenal y ley divina permite identificar muy bien cuál era la visión del autor respecto a este asunto.