Charlot trabaja en una fábrica apretando tornillos en una cadena de montaje sin fin. Un día tiene un ataque nervioso, producto del estrés de su trabajo. Empieza a atornillar narices en lugar de tornillos y termina creando el caos. Lo despiden y lo ingresan en un sanatorio mental. Una vez recuperado, sale a la calle y encuentra que la fábrica donde trabajaba cerró. Por azar topa con una manifestación, es detenido y acusado, injustamente de ser el líder.
Cuando sale de la cárcel encuentra que la vida en la calle es muy difícil. Después de un puesto de trabajo fallido (a causa de sus malas aptitudes), hace que lo vuelvan a encarcelar. Primero queriendo asumir la culpa del robo de un pan cometido por una huérfana que tenía mucha hambre, y después intentando marchar de un restaurante sin haber pagado la cuenta. Lo detienen, y en el coche patrulla encuentra a la chica huérfana y consiguen escaparse.
Entonces empiezan a buscarse la vida juntos, con el sueño de tener una casa bonita. Primero el vagabundo empieza a trabajar como empleado nocturno en un centro comercial, pero es despedido porque se ha quedado dormido en una pila de ropa. Después vuelve a trabajar en su antigua fábrica como ayudante del mecánico. Pero la empresa cierra a causa de una huelga y de nuevo el protagonista es detenido acusado (otra vez injustamente) de haber atacado, durante los disturbios, a un policía, al que tiró un ladrillo tras pisar una madera.
Al salir de la prisión, se reencuentra con la huérfana, que trabaja en una cafetería, en el que los camareros cantan. La chica le promete buscarle trabajo allí mismo. El vagabundo es un camarero malísimo, pero divierte mucho los clientes cuando le llega la hora de cantar. Parece, pues, que ambos han encontrado un trabajo estable. Pero llega la policía e intenta llevarse a la chica al orfanato. Ambos consiguen escaparse.
En la secuencia final van por un camino desolado. La chica comienza a llorar, pero el vagabundo le anima a no perder la esperanza ni la sonrisa. Se alejan juntos hacia el horizonte, buscando un buen futuro que tanto sueñan, sin rendirse, cogidos de la mano.