El diagnóstico de la rosácea se realiza por la presencia de síntomas clínicos. No existe una prueba específica para la enfermedad. Los episodios de enrojecimiento persistente (eritema) de la nariz, las mejillas, la barbilla y la frente, acompañados de pústulas y pápulas son características de la enfermedad. Un dermatólogo (especialista en enfermedades de la piel) intentará descartar una serie de otras enfermedades que tienen síntomas similares. El acné vulgar es quizás el trastorno más comúnmente confundido con la rosácea, pero los pacientes con acné no tienen enrojecimiento ni venas similares a las de una araña. Las espinillas negras y los quistes se ven en pacientes con acné, pero no en aquellos con rosácea.
Otras enfermedades que producen algunos de los mismos síntomas que la rosácea incluyen la dermatitis perioral, la dermatitis seborreica y el lupus eritematoso sistémico.