Florencia es un importante centro artístico, cultural y turístico que conserva en calles y palacios un carácter renacentista sobre un fondo medieval. Su desarrollo moderno se inició durante la época en que ostentó la capitalidad del reino de Italia (1865-70), pero es a partir de 1900 desde que ha tenido un gran incremento.
Florencia, antigua colonia romana, sede episcopal desde el siglo IV, fue sucesivamente dominio bizantino, lombardo, franco y germánico.
Desde el siglo X formó parte del marquesado de Toscana, y fue la fortaleza del partido filopapal en aquella región durante la lucha de las Investiduras. Al morir la condesa Matilde de Canossa (1115), Florencia, aprovechando que el imperio y el papado se disputaban el dominio de la ciudad, consolidó su autonomía municipal e instauró un gobierno de cónsules, pertenecientes a la aristocracia y sostenido por la clerecía y el estamento mercantil acomodado de las artes mayores. Así se constituyó la república de Florencia. Abolida ésta, Florencia fue el centro del ducado de Florencia (1532), y desde 1569, del gran ducado de Toscana, el cual se unió al reino de Italia en 1861. Capital provisional de este reino (1865-70), experimentó mejoras urbanísticas. Florencia ha continuado siendo uno de los centros culturales y de acción política más importantes de Italia.