Nápoles fue fundada por los griegos de Cumas (~600 a.C.) y conquistada por los samnitas (siglo IV a. C.), en el año 328 a. C. Nápoles se alió con Roma (de la que más tarde dependió), que la convirtió en un centro artístico y de esparcimiento.
Ocupada por los bizantinos (536) y por los ostrogodos (542), la recuperaron (552) y la administraron hasta el siglo VII, que se convirtió en independiente. Pasó al reino de Sicilia (1139), al Imperio (1198) y, en 1266, a los angevinos. Al perder estos Sicilia (1282), se convirtió en la capital de su reino y se destacó económica y artísticamente. Continuó desarrollándose bajo la corona catalanoaragonesa, que la ocupó en 1442.
Heredada por el emperador Carlos V (1516), pasó a los Habsburgo castellanos (1556), hasta 1701. Dominada por Felipe V (1701-07), después fue tomada por el Imperio, y en 1734 por Carlos de Borbón -Carlos VII de Nápoles (1734-59)—. Éste y su hijo, Fernando IV (1759-1825), reformaron su administración y favorecieron su vida cultural.
Ocupada por Francia (1799 y 1806), Napoleón dio el reino a su hermano, José —Joseph-Napoléon Bonaparte (1806-08)—, sucedido por Murat —Joaquín I (1808-15)—. Ambos reyes la embellecieron y la renovaron urbanísticamente. En 1815 Fernando IV recuperó el trono; pero en 1820 se produjo un alzamiento liberal, preludio de un fuerte movimiento que no acabó hasta que el reino se integró con el de Italia (1860). El nuevo reino fue proclamado en Nápoles por el primer parlamento italiano, en 1861.