Siracusa, fundada según la tradición por colonos corintios, pronto adquirió una gran importancia comercial y empezó a fundar colonias en el interior de Sicilia (Acre, Enna, Casmena, Camarina).
Gobernada durante el siglo VI a. C. por una aristocracia, a principios del siglo V a. C. fue conquistada por Geló, que asumió plenos poderes y, junto con Terón de Agrigento, venció a los cartagineses en Himera (480 a. C.). Muerto Geló, su hermano Hieró luchó contra Catania, derrotó a los etruscos en Cumes y obtuvo el dominio comercial de la Baja Tirrena, al tiempo que acogió en su corte a los poetas más grandes de su tiempo: Simónides, Baquílides, Píndaro y Esquilo.
Caída la tiranía de los Dinoménides, la ciudad fue gobernada por un régimen democrático hasta que entró en conflicto con Atenas, que acabó (413 a. C.) con una gran victoria siracusana. Pocos años después, Himera, Selinunto y Agrigento cayeron a manos de los cartagineses y para conjurar su peligro fue nombrado estratega Dionisio I, bajo cuyo gobierno la ciudad vivió su período más esplendoroso.
Siguió un período de luchas y de discordias, salvadas sólo por los gobiernos de Agátocles (317-289 a. C.) y de Hierón II. Conquistada por los romanos, gozó de una situación de privilegio en el conjunto de la provincia imperial de Sicilia.
Ocupada por los vándalos, fue después conquistada por los bizantinos (535) y sometida por los árabes en 878. En 1085 fue liberada por los normandos.
Apoyó a Federico de Cataluña-Aragón en su lucha contra Robert de Anjou. A partir de entonces obtuvo numerosos privilegios de los monarcas catalanes. Fiel a la monarquía castellana a lo largo del siglo XVII, fue liberada de la tutela borbónica en 1860.