Antigua Augusta Taurinorum romana, fue edificada probablemente sobre la primitiva Taurasia, capital de los taurinos. Ocupada por los lombardos (siglo VII), fue sede de un inmenso ducado, baluarte del reino longobardo contra los francos. Humberto II de Saboya (siglo XI) heredó el título de conde y marqués de Turín, pero la casa de Saboya no tuvo éxito en ocupar la ciudad hasta 1280. Capital del ducado de Saboya (1563), fue asediada, sin éxito, por los franceses (1706) durante 117 días; posteriormente (1798 y 1800), sin embargo, la terminaron ocupando. Restituida en la casa de Saboya durante la Restauración, tuvo una gran importancia entre 1848 y 1865, aunque con la unificación de Italia dejó de ser sede de la corte y del gobierno y pasó a ser la cuarta en importancia de las ciudades italianas, después de Roma, Milán y Nápoles.
Entre los numerosos restos romanos, se destacan la puerta Palatina, flanqueada por dos torres de la antigua muralla, y las torres de la puerta Pretoria. El campanario de Sant’Andrea y la iglesia de San Domenico son los únicos representantes del románico y del gótico, respectivamente. Turín es, por encima de todo, una ciudad renacentista y barroca. La catedral, del siglo XV, con influencias toscana y lombarda, inicia la larga lista de iglesias, palacios, plazas y vías que caracterizan la ciudad.