La primera Vespa llegó a España en febrero de 1953, seis meses antes de la fabricación del primer
Seat. Esa primera Vespa era el vehículo anhelado en una España donde solamente circulaban vetustos
automóviles de antes de la Guerra Civil y que se habían salvado de la contienda o bien procedentes de confiscaciones.
Pese a la aparición de Seat con su fábrica en Barcelona, tampoco el bolsillo del consumidor estaba para grandes alegrías. En efecto, Seat fabricó inicialmente el modelo 1.400-A, que era un producto para organismos oficiales y economías privilegiadas. O, en el peor de los casos, sólo al alcance de quienes estaban correctamente “apadrinados”. De ahí que la motocicleta, alguna dotada con sidecar, fuese para muchos el único vehículo familiar que tanto servía para el trabajo como para ocio.
Tampoco en el campo de las dos ruedas existía una oferta generosa. Como en los coches, eran máquinas antiguas que seguían funcionando gracias a la habili dad y al ingenio de sus poseedores, mientras marcas como Montesa y Ossa comenzaban a tener cierta presencia en un mercado desabastecido y proclive al estraperlo.
La presencia de Vespa, en unos tiempos en que, además, todos suspiraban por productos llegados del
exterior, fue un auténtico.”boom” como prueba el hecho de que, pese a la maltrecha economía del país, se vendieran 4.500 unidades en el primer año de su llegada al mercado español.
También, como sucedió con el 600, conseguir una Vespa requería cierta influencia ante la gran demanda existente y los paniaguados “agraciados” las revendían con el lógico margen de beneficio. La venta y distribución en España fue encargada a una empresa creada a tal efecto por Piaggio.