Si bien los dos conceptos están estrictamente vinculados, existen diferencias clave que no se pueden pasar por alto:
El término ley se refiere a un conjunto existente y concreto de regulaciones escritas establecidas por el gobierno para regular y controlar las acciones de los ciudadanos. A la inversa, la justicia no es un concepto universalmente reconocido y está sujeta a interpretaciones. La justicia se representa a menudo como una mujer con los ojos vendados, lo que representa la igualdad y la imparcialidad, y aplica las leyes y regulaciones a todas las personas sin discriminación. Sin embargo, no hay un entendimiento común de la justicia y no hay un libro o texto único.
Las leyes pueden variar de un país a otro y el proceso con el que se crean también puede cambiar. Por ejemplo, en los países democráticos, las leyes se adoptan después de un largo debate y un proceso aún más largo de controles y balances; a la inversa, en los países autoritarios, las leyes son decididas y establecidas por el partido gobernante (o por la persona gobernante) sin buscar el apoyo de la mayoría. En cambio la idea de justicia es más o menos consistente en todos los países: los valores morales y la ética tienden a reemplazar las fronteras y las divisiones geográficas.