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Menorca en la Antigüedad: De la Grecia Antigua a la Romanización

Los griegos otorgaron a la isla el nombre de Meloússa o Kromioússa, aunque no se tiene certeza de cuál correspondía a Menorca y cuál a Mallorca. Posteriormente, fue considerada una de las dos Baleares, siendo denominada durante la época romana como la «Balear pequeña» (Minor), de donde deriva el nombre de Menorca. Durante la Segunda Guerra Púnica, fue temporalmente ocupada por una flota cartaginesa, liderada por el almirante Magón. Fue conquistada por los romanos en el 123 a.C., con la expedición de Cecilio Metelo, y pasó a formar parte de la provincia hispánica Citerior. Luego pasó a la provincia Cartaginesa y a fines del siglo IV a la provincia Balear, junto con las otras islas del archipiélago.

La romanización dio origen a tres ciudades. La mejor documentada es Magó (Maó), que tuvo la categoría de municipio desde la época de los Flavios. Otra ciudad mencionada es Iamo, que parece corresponder a Ciutadella, y Sanisserra, cuya ubicación es más incierta, probablemente en Sanitja, en la costa septentrional de la isla. La romanización aparentemente no provocó transformaciones profundas en el poblamiento rural; muchos de los poblados talayóticos persistieron hasta el Bajo Imperio romano. Varios hallazgos de inscripciones romanas sugieren que una de las cuevas de Calascoves (también graficada no oficialmente como cala Escoves) en Alaior fue un santuario, mientras que muchas otras cuevas del mismo lugar fueron utilizadas como sepulcros durante la época talayótica.

Al final de la época romana, Menorca siguió el mismo destino que las otras Baleares: ataques de los vándalos (424-425) y ocupación posterior (455), para luego ser rescatada por los bizantinos (534), quienes mantuvieron el dominio hasta la invasión islámica. El cristianismo está documentado arqueológicamente a través de varias basílicas paleocristianas (como son Bou, es Fornàs de Torelló, es Cap de Port de Fornells y la isla del Rey), así como por la carta del obispo Severo, escrita en el 417 o 418, que relata la conversión milagrosa de los judíos de Maó.