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El nombre Canovelles aparece documentado por primera vez en un registro por escrito en 1008 cuando el señor Ingilbert y su esposa Incuncia hicieron un cambio de tierras de Canovelles con el abad Ot de Sant Cugat de cinco piezas de tierra que ellos allí tenían para comprar unas tierras que les daba el monasterio situadas en otro lugar; con la cesión de las tierras los donadores traspasaban al abad y al monasterio el dominio y potestad que tenían.
Sin embargo, los primeros restos hallados en el término de Canovelles corresponden a la época del neolítico medio, entre el 5.500 y el 3.500 a. C., que fue cuando los campesinos se situaron en lugares más llanos. En Canovelles se localizaron dos tumbas en Ca l’Estrada, y en el tejar cerca de Ca l’Amell Xic junto con la sepultura se encontró el material que se depositaba con el difunto.
En el período final del neolítico, del 3.500 al 2.100 a. C., y al inicio de la época de bronce, se desarrolló la cultura megalítica caracterizada por los grandes monumentos funerarios de entierros colectivos, como eran los dólmenes. De este período en Canovelles proviene el extraordinario hallazgo de la estatua-menhir del yacimiento de Ca l’Estrada. Una representación del menhir de Ca l’Estrada se encuentra expuesto en la sala de exposiciones del Teatro Auditorio de Can Palots.
Canovelles ha sido históricamente un pueblo eminentemente rural. La agricultura era la base económica dominante y durante el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX todavía lo era. Según el padrón de bienes inmuebles de 1853, en Canovelles predominaba el cultivo de cereales de secano. El agua provenía básicamente de los torrentes, aunque todas las masías tenían pozos de los que extraían el agua que debía servir para los usos domésticos, para los animales y para la pequeña actividad agrícola.