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El monasterio de Sant Feliu de Guíxols fue fundado en fecha incierta hacia principios del siglo X en el mismo lugar donde ya había habido una fortificación anterior, quizás de época tardorromana. Parece que sufrió los estragos de una razia sarracena en el año 965. La primera mención documental es del año 968, en época del abad Sunyer. Durante el siglo XII se fue formando una villa en torno al monasterio y se obtuvo el permiso real para erigir una fortaleza. Desde 1515 formó parte de la Congregación Benedictina de Valladolid y empezaron a sucederse los abades forasteros. Se mantuvo activo hasta la desamortización, en 1835.

El conjunto actual es fruto de las numerosas reformas y ampliaciones realizadas a lo largo de los siglos. De período románico (siglos X-XII) es la parte correspondiente al frontis de la iglesia, construido entre las torres del Corn y del Fum, con la Porta Ferrada como elemento más destacado. Un tramo de nave, cubierto con bóveda de cañón, es de esa época. Durante los siglos XIV-XV se reformó por completo la parte central y la cabecera de la iglesia, en estilo gótico. También se fortificó todo el recinto, con cinco torres y un paso de ronda entre ellas. La mejor conservada de estas torres es la de los Reyes o de Tramuntana. En 1591 se construyó la sacristía y en el siglo siguiente se añadieron dos capillas intercomunicadas, a modo de naves laterales. A principios del siglo XVIII se efectuó la construcción del ala barroca del monasterio, así como el Arco de San Benito, que daba acceso al cercado monacal. A principios del siglo XX el conjunto arquitectónico, con los numerosos añadidos de construcciones parasitarias, presentaba un aspecto abigarrado que no permitía identificar los rasgos estructurales de la obra. En 1931 se iniciaron las obras de restauración que se han ido sucediendo hasta nuestros días.