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En el siglo X, Solsona ya se erigía como una población consolidada, pero presentaba la particularidad de conformarse alrededor de dos núcleos distintos, lo que implicaba la existencia de dos jurisdicciones separadas. De esta forma, el señorío feudal sobre Solsona se compartía entre los señores del Castillo de Solsona y los del Monasterio de Santa Maria.
Los señores del Castillo de Solsona pertenecían a la estirpe Miró, y sus herederos adoptaron los apellidos Ecard y, posteriormente, Torroja. Será Agnès, la heredera de los Torroja, quien contraerá matrimonio en 1217 con el vizconde de Cardona, Ramon Folc IV. De este modo, la dominación del Castillo de Solsona pasará a ser ejercida por la familia Cardona, la cual posteriormente ascenderá a la categoría de condado y, finalmente, a ducado.
En lo que respecta al Monasterio, su establecimiento data del año 1070, momento en que se funda la Canónica de Santa Maria. Con anterioridad, ya había existido la presencia de algunos templos.
Durante la etapa de la Reconquista, Solsona adquiere un papel destacado, y numerosos nombres de la comarca también se encuentran en poblaciones de la Segarra, el Segrià y el Penedès, participando en la repoblación de estas tierras. Al parecer, los condes de Urgell se encomendaban a Santa Maria de Solsona en aquellos tiempos.
En el siglo XIII ya se constata la existencia de un mercado semanal, lo que propició el florecimiento de la actividad comercial y la proliferación de oficios artesanales. También se tiene conocimiento de la presencia de una comunidad judía en esa época, la cual disponía de su propia sinagoga en la actual calle de Sant Pau. Hacia finales de dicho siglo, se fomentó la edificación de un nuevo templo de estilo gótico en el lugar ocupado por la Canónica de Santa Maria.
No obstante, los siglos XIV y XV marcaron el inicio de un período de decadencia, principalmente debido a la devastadora Peste Negra de 1348, la cual ocasionó una alta mortalidad y un despoblamiento considerable en la comarca. A pesar de ello, se acordó la construcción de nuevas murallas en 1303, de las cuales aún se pueden apreciar vestigios en la actualidad. Estas murallas alcanzaban una altura de dieciséis metros y contaban con veintiuna torres. Asimismo, se llevó el agua de la fuente de Miravella a la ciudad mediante la construcción de tres fuentes públicas que aún perviven en la actualidad: la fuente de la plaza de la Catedral, la fuente de la plaza de Sant Joan y la fuente de la plaza de Sant Isidre (1420). Además, se llevaron a cabo otras obras, como la edificación del Hospital de Llobera.
La construcción de las murallas mencionadas con anterioridad significó la cohesión y la unificación de los dos núcleos poblacionales, dando lugar a la creación de un único municipio o «Consell» en el año 1338. No obstante, el mantenimiento de las dos jurisdicciones condujo a la existencia de dos cónsules y dos alcaldes, uno para cada dominio.