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El Palacio de la Abadía, tal y como lo vemos, es el resultado de una larga sucesión de construcciones y reformas que comienzan en el siglo XIV cuando el abad Pere de Soler da forma a las dependencias del Monasterio ya existentes, donde él mismo residía. Será otro abad, Arnau de Vilalba, quien en el siglo XV ennoblecerá el casal con elementos de estilo gótico y la construcción del pequeño claustro que comunica las diferentes partes del Palau. Los capiteles de este claustro tienen grabado el escudo del abad, que también se encuentra en el primer piso en el diente de una puerta.

Cuando el Monasterio deja de acoger a los canónigos agustinianos y, finalmente desaparece la figura del abad, el edificio entra en un período de decadencia. Con la desamortización de Mendizábal en 1835 pasa a propiedad del Estado y después del Ayuntamiento. A lo largo del siglo XIX y XX tiene múltiples usos: desde prisión a cuartel, escuela, vivienda, local de entidades y sede provisional del Ayuntamiento. A pesar de los inconvenientes que esto supone, su uso continuado lo mantiene vivo en la conciencia de los sanjuaninos como parte esencial de su patrimonio. Los intentos de rehabilitarlo se remontan a principios del siglo XX, con una primera obra impulsada por el alcalde Jaume Bellapart.

En 1933 se presenta un gran proyecto de restauración, del arquitecto Josep Riera, pero la Guerra Civil la interrumpe. La restauración se reanuda en los años 80 del siglo XX y, de forma más importante durante los años 2009–2010. Actualmente, el Palacio de la Abadía totalmente rehabilitado acoge la Oficina de Turismo.