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La fachada de la Basílica de Santa María de Vilafranca del Penedès no quedó terminada tal y como había sido previsto. Sólo la parte más baja de la portalada, del siglo XV, dejaba intuir la planificación gótica de la misma. En el siglo XVI se sumó un palco renacentista que lo otorgaba una imagen extraña, lejos de la monumentalidad de las grandes catedrales góticas.

En 1903 se decidió resolver esta carencia con la construcción de una nueva portalada siguiendo estrictamente las pautas góticas, tal y como se había hecho poco antes en la catedral de Barcelona, y el esquema compositivo de la obra original. También se aprovechó para esculpir el rosetón, coronar las torres laterales y rematar adecuadamente la cornisa. El resultado es bastante convincente.

El grupo escultórico que preside la cripta de la basílica es un Descendimiento de la Cruz, obra de Josep Llimona, de 1916, hecho con mármol de Carrara. Podemos ver la imagen de Cristo, con José de Arimatea a su lado, la Virgen María y San Juan en un extremo, María Magdalena en los pies, María Salomé en primer término y Nicodemo detrás. Sufragó la obra el obispo Torras i Bages.