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La privilegiada playa de la Fosca, entre el Cap Gros y el promontorio donde se alzan los restos del castillo de Sant Esteve, se convirtió en centro de veraneo durante las primeras décadas del siglo XX. En aquellos años se construyeron las primeras casas, todavía solitarias, y pronto se consolidó el paseo de la Fosca, justo al lado de la arena. En 1912 se inauguró el primer hotel, promovido por Remigi Tauler. Poco a poco, las primeras casas de estilo noucentista empezaron a convivir armoniosamente con nuevas construcciones de estilo racionalista, sobre todo después de que terminara la carretera que unía la Fosca con Palamós, en 1928. El boom turístico de la segunda mitad del siglo XX fue ampliando y desfigurando en gran medida aquel espacio idílico.

Desde el punto de vista histórico,se remonta su origen al siglo XIII, como parte del señorío del castillo de Sant Esteve. En esa época se contaban siete masías y el barrio tenía una gran extensión. Hasta que en 1428 se dividió en dos partes, coincidiendo con la separación de los términos de Sant Joan y Palamós. La playa y la mayor parte de masías quedaron, sin embargo, en el término de Sant Joan, junto con S’Alguer y la playa de Castell. Hasta comienzos del siglo XX, con la construcción de los primeros chalés, el paisaje de la Fosca estaba esencialmente formado por campos de cultivo, viñedos y zonas de bosque. El aumento de las segundas residencias propició que el sector costero se dividiera en dos barrios: el de Dalt, con la calita de Sa Tamardia y el barrio de Baix, en la playa grande.