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Menorca: Del Dominio Musulmán a la Conquista y los Conflictos Internos
La conquista de Menorca fue llevada a cabo en 1287 por Alfons II de Catalunya-Aragó, desencadenando combates sangrientos cerca del puerto de Maó el 17 de enero de ese año. La resistencia sarraína culminó con la rendición del castillo de Santa Águeda, en una capitulación entre el mojerif de Menorca, Abū’Umar, y el representante real Ximenes de Ayerbe. El acuerdo concedía redención a los sarraínos que pagaran siete doblas y media, así como libertad al mojerif y a doscientas personas designadas por él, mientras que el resto caería en la esclavitud. Se estima que algunos sarraínos permanecieron para trabajar la tierra y ayudar en la construcción de murallas en Ciutadella y Maó.
Tras la restauración de Menorca a Jaume II de Mallorca por el tratado de Anagni, el nuevo soberano reorganizó la administración de la isla mediante una carta de población que redistribuía las tierras y fundaba aldeas. Bajo el reinado de Mallorca, la población alcanzó más de 4,000 habitantes y la isla experimentó un posible crecimiento económico. Sin embargo, tras la reintegración del reino a la corona catalano-aragonesa, las tensiones internas aumentaron.
Los abusos por parte de los gobernadores incrementaron las tensiones, y Pere III de Catalunya-Aragó redujo sus atribuciones. En 1391, los disturbios contra los judíos también resonaron en la isla, donde controlaban la producción y el comercio de lanas y tejidos. La situación económica empeoró debido a acciones punitivas, cuya recaudación se extendió al menos hasta 1396, cuando Martí l’Humà concedió un perdón real. La presencia de los sardos desterrados y cautivos agravó la situación, al punto que en 1393 Joan I tuvo que renunciar a recibir nuevas ayudas para la guerra de Cerdeña.
El cambio hacia una economía agraria fortaleció la posición de los terratenientes, generando tensiones con los foráneos durante el interregno tras la muerte de Martí l’Humà. Estos conflictos se manifestaron en luchas entre Ciutadella, con el apoyo de Alaior y Maó, y se repitieron intermitentemente hasta el tiempo de Alfons IV de Catalunya-Aragó. Las epidemias y la emigración contribuyeron al despoblamiento, aunque se intentó detener con un perdón real a delincuentes que se establecieran en la isla en 1427.
El Consell General de Menorca, posiblemente la única entidad municipal, favorecía principalmente los intereses de los caballeros, grandes terratenientes de Ciutadella, en detrimento de los usufructuarios de las tierras otorgadas por el Ceremonioso en la zona de Maó y Alaior, donde se desarrollaba una nueva actividad comercial. La reforma implementada por Galceran de Requesens en 1442 mediante la insaculación en el consejo general resultó ineficaz, y las universidades locales dejaron de enviar representantes a Ciutadella (Maó en 1639, Alaior y Es Mercadal en 1651), aunque se continuaba resolviendo cuestiones de interés general en un consejo general.
En 1451 estalló una guerra civil con Arnau de Foixà implicado en una discordia en Ciutadella, refugiándose después en Maó. En 1454, Jofre d’Hortafà fue nombrado gobernador intentando calmar la situación, pero la resistencia en Maó continuó hasta su huida. En 1457, Pere de Bell-lloc fue nuevamente nombrado gobernador, pero en octubre de 1463 estalló una revuelta en Ciutadella contra Joan II, con el grito de «¡Viva Catalunya!», aunque los reales partidarios se impusieron. Maó, con ayuda de Barcelona, asedió Ciutadella, y esta, apoyada desde Mallorca, contraatacó asediando Maó. Tras la retirada de Barcelona, los rebeldes menorquines se acogieron a la amnistía real.
Estos eventos trajeron consigo un retorno a la economía agraria y reforzaron la posición de los terratenientes, marcando un periodo de inestabilidad con episodios de bandolerismo, emigración y conflictos internos que desafiaron la estabilidad de Menorca.